Horas de esfuerzo en el estudio, de intentarlo una y otra
vez, de sentimientos encontrados con tu grupo. Te dejas llevar por el ritmo del
bajo, que va marcándote el camino a seguir; oyes una voz al lado, una voz
secundaria que te complementa, que te sigue, que baila contigo nota a nota; la
guitarra eléctrica te acompaña dándote energía, dándote las fuerzas para sentir
lo que cantas.
Oyes el clamor del público encima del escenario, te llenas
de sus gritos, recuerdas que gracias a ellos estás allí arriba, les marcas con tus rimas y les regalas lo mejor de ti.
En la sala de aquel pub, te dispones a empezar como los
novatos, a continuar con tu experiencia, a triunfar como los más grandes o simplemente,
a hacerles sentir a los demás lo que sientes cuando tocas.
Te dejas llevar por la melodía, y mueves tu cuerpo sintiendo la música dentro de ti, y con cada una de sus notas la pista se rinde ante tus pies; el tiempo se detiene para observar el compás de tus pasos.
En el teatro, te sientes comunidad, sientes el trabajo en
equipo cuando la percusión te anima con su intensidad, y los vientos te dan la
entrada para que luzcas tu maestría con las cuerdas; la orquesta toca al unísono
en perfecta armonía, mientras tenores y sopranos se funden en cada frase que
alzan a lo más alto.
En un parque entre amigos, con guitarra acústica en mano,
cantas canciones de grandes artistas, a la vez que tus colegas te siguen a
coro. No importa la calidad sonora, sino disfrutar, disfrutar de la música.
"Tienes música dentro de ti; si la sientes, te llena de vida, y con ella podrás llenar también la vida de quién te rodea, de los demás, del mundo."